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Cortesía de Monica Galán:

 

Para aquellos que les gustan los cuentos cortos,

les comparto este cuento que traduje de Gabriele Romagnoli,

del libro Navi in bottiglia.

¡Es buenísimo!

 

Con Zed en el corazón

 

 

 

 

 

 

 

Cuando ella le dijo “Voy a dejarte”, Zed no contestó nada. Ni una sola palabra. Esperó a que le diera la espalda a la mesa y le clavó un cuchillo de cocina entre los omóplatos, hasta el mango. Arrastró el cuerpo hasta el cuarto de limpieza y luego limpió el suelo con cuidado: agua, alcohol, luego una pasada de cera.

 

Toda la noche estuvo pensando qué hacer con el cadáver. Al amanecer: la solución. Se paró de la cama, se puso una camisa vieja, unos jeans descoloridos, un mandil de cocina. Volvió a abrir el cuarto de limpieza, cargó el cadáver. Lo puso sobre la mesa y, con un cuchillo de carnicero, lo hizo pedazos. Muchos pedazos pequeños, que luego metió en bolsitas de plástico. Fueron necesarias como treinta bolsitas. Las abarrotó en el congelador. Se deshizo de los restos y los aventó a la chimenea. Volvió a limpiar la casa, abrió las ventanas para orear el ambiente.

 

Cuando acabó le dio hambre. Abrió el refrigerador: vacío. Entonces sacó del congelador una de las bolsitas y metió el contenido al horno. De la misma forma, día tras día, se comió a su esposa. A veces le pareció insípida, a veces demasiado dura: justo como cuando estaba viva. Para hoy, domingo, guardó el último paquete, el del corazón. Cuando se traga el primer bocado descubre un sabor diferente, nuevo. Atónito, se da cuenta de que ese es su propio sabor: que ella, insípida, dura, decidida a dejarlo, ya dándole la espalda, lo llevaba todavía en el corazón. Abrumado por la náusea, cae al suelo y pierde el conocimiento.

 

“Muerte por envenenamiento debido a la ingestión de remordimiento en cantidades superiores al límite de tolerancia”, describe el informe médico.

The black sheep ® 2017​

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